La oportunidad de haber logrado el Premio Nobel de Literatura nos
ha permitido seleccionar a Mo Yan como el siguiente autor para realizar una nueva lectura en el Club, lectura que realizamos ayer, 28 de enero de 2013. Guan Moye, pues ese es su verdadero nombre,
nació en una provincia del noreste de China y, a pesar de poseer una obra más
que variada, hasta ahora solamente era posible leer en castellano cuatro de sus
libros. A sus 57 años se le ha concedido el galardón sueco por ser capaz de unir con
«un realismo alucinatorio leyendas populares, la historia y lo contemporáneo». Reseñada como una novela sobre la familia, el mito y la memoria en la que fábula e historia se unen para crear
una ficción cruel e inolvidable, se encuentra ambientada en una zona rural de la provincia
de Shangdong. Sorgo rojo se dilata a lo largo de cuatro décadas de la historia de China partiendo de la invasión japonesa de los años treinta y narrando la historia de tres generaciones de una familia.
Otra de sus obras, prohibida en su
momento por el gobierno chino, Grandes pechos, amplias caderas,
es un repaso al siglo XX en China desde los ojos de una mujer, un libro que se
acerca a las novecientas páginas. Las prohibiciones de las obras de Mo Yan han marcado buena parte de la carrera
del escritor, aunque esa circunstancia no le ha impedido ser uno de los
escritores más leídos de su país. Yan admite
influencias de escritores como Kafka, Tolstoi o García Márquez en su manera de
contar historias en las que se mezclan la vida tradicional del mundo rural en
China, las fantasías populares, el siglo XX en China y también la manera en
cómo algunos de los hechos de la historia de ese país han influido en la vida
cotidiana.
Las baladas del ajo y La vida y la
muerte me están desgastando son
los otros títulos que se podían encontrar las librerías españolas antes
de ser premiado.
Mo Yan abandonó la
escuela muy joven, en mitad de la Revolución Cultural, y, tras trabajar en
distintos cometidos, se unió al Ejército Popular y comenzó a escribir siendo
soldado. El seudónimo que utiliza como escritor, Mo Yan, significa en chino «no
hables» y fue elegido por el escritor en los tiempos en que en su país lo mejor
era guardar silencio. La obra que hemos leído, Sorgo rojo, fue adaptada en 1987 al cine por el conocido director Zhang Yimou. Desde aquí os animamos a comentar vuestras impresiones sobre esta novela.
Monumental obra de este escritor chino. Es la historia de una familia china en los años centrales del siglo XX, contada usando diferentes registros, pues se trata de una amalgama de datos históricos de archivo, anécdotas familiares, leyendas, canciones populares... unidos magistralmente en un todo. Es la historia de una familia muy parecida a la del autor (nació en Gaomi, en 1955, al igual que el narrador...), cargada de momentos duros y que relatan con un detallismo pasmoso la crueldad de la época. Todo ello visto desde la distancia, cuando el tiempo ha deformado los hechos; hechos que el narrador no conoce de primera mano, sino que conoce a través de diversos intermediarios. Por ello, toda la obra tiene ese aire confuso, entre la realidad y la leyenda, que tienen la mayoría de las historias familiares transmitidas oralmente.
ResponderEliminarA mí me ha parecido una novela impresionante; en ocasiones dura, difícil, pero interesante. Hay una mezcla de lirismo y crueldad, junto a leyendas, relatos orales y alegorías propias de la tradición china, aunque por supuesto, también hay realidad.
ResponderEliminarAbundan las escenas violentas, y curiosamente las descripciones de éstas son lentas, extensas y escabrosamente detalladas. En cambio las descripciones de las vidas de los protagonistas son rápidas y sin entrar en demasiados detalles.
En cuanto a la técnica me ha llamado la atención cómo el ir y venir del tiempo y los personajes ha conseguido a retazos el relato en su conjunto.
Por último quiero destacar la habilidad de Mo Yan para transmitir sensaciones, sobre todo con elementos de la naturaleza. ¿Quién, después de leer el libro, no ha acabado amando al sogo rojo?
Sorgo rojo es uno de esos libros prodigiosos cuya lectura deja a pocos indiferentes. No solo por la perversa y aparentemente gratuita crueldad de sus escenas descritas, rayanas a veces en un refinado sadismo narrativo (Mo Yan sobrepasa continuamente las fronteras de lo permitido para un lector formado y acomodado en el mainstream occidental). Sino también por la maestría en el manejo de recursos literarios procedentes, en partes iguales, de la gran novela moderna (experimental y vanguardista) y de la práctica narrativa de la China milenaria. Ya es un lugar común, en este sentido, descubrir en sus escritos influencias, por un lado, de autores de la talla de García Márquez, Faulkner, Kafka… y, por otro, de una tradición en la literatura oriental caracterizada, entre otros aspectos, por el (ab)uso admirable de la sinestesia y por la reconstrucción de un universo sobrenatural heredado del vasto legado inmaterial de los mitos y leyendas ancestrales.
ResponderEliminarEl premio Nobel de 2012 es deudor de una literatura comprometida política y socialmente, que emergió con cierta virulencia tras el largo silencio impuesto por la Revolución Cultural. Se trata de una generación amordazada cuyo principal objetivo, en un primer momento, fue recuperar la memoria reprimida, secuestrada e “ilegítima” (desde el punto de vista oficial) durante ese periodo ominoso. Tras la denuncia ante la represión ejercida por el Partido, el siguiente paso del proceso se ha centrado en hallar la identidad o las raíces profundas de una civilización fecunda, el esplendor de un patrimonio cultural extraordinario que el régimen intentó profanar, silenciar y aniquilar a toda costa. Estos escritores, los de la literatura de las cicatrices, pretenden encontrar los cauces mediante los cuales exhibir la intrahistoria, la cara más oculta de la realidad, la esencia misma del alma nacional, que permanece vívida aún en los paisajes rurales de la China profunda.
La obra de Mo Yan se engarza perfectamente en esta línea literaria de corte regeneracionista. En Sorgo rojo se escribe con tintes autoficcionales una crónica familiar en una aldea recóndita, principalmente durante la batalla sobre el puente del río Negro. El narrador, en lugar de adoptar un punto de vista omnisciente o partidista, decide convertirse en una especie de “etnógrafo” en busca de material diverso que le permita reconstruir fielmente la historia inmediata de sus antepasados. El resultado será la confluencia de numerosas voces (polifonía) con la que revelar la complejidad poliédrica de la realidad contada y permitir al lector (re)crear la suya. Recabará información, en este sentido, de los archivos del condado, de la vieja aldeana nonagenaria calva y artrítica, de los infundados rumores vecinales, de las hazañas transmitidas oralmente en forma de canciones populares, de los recuerdos magnificados de sus padres, de fuentes poco fidedignas que se contradicen continuamente… Todo ello aparece amalgamado (deslavazado incluso) y con la aparente inseguridad de un narrador distanciado que se limita a reproducir fielmente la información recogida. Por ello, entre las estrategias discursivas más utilizadas se encuentra lo que podríamos llamar la narración en círculos concéntricos. Consiste en esbozar apenas un hecho para ir retomándolo y expandiéndolo progresivamente. Así se consigue que un dato o asunto concreto vaya siendo enriquecido y (re)interpretado en la mente del receptor con las aportaciones de diferentes lenguajes, puntos de vistas, ideologías… hasta penetrar en los intersticios mismos de la realidad mostrada. Hasta tal punto es así que escritor chino se ayuda de una lupa de aumento con la que redefine y deforma lo percibido; es un juego continuo de zoom que le permite hacer puestas en abismo, comparar comportamientos humanos o saltar inopinadamente a otros niveles narrativos.
Resulta relevante, por otra parte, la habilidad de Mo Yan en el empleo de un recurso proustiano: el de acceder a parcelas recónditas de la memoria a partir de impresiones sensoriales aparentemente banales. Si para Marcel Proust esto se consigue con el sabor de una magdalena mojada en tila, en el escritor de Sorgo Rojo se obtiene mediante la percepción de un olor dulce y corrupto (el de la sangre) mezclado con el perfume sutil de la menta y el sorgo, a mitad de camino entre el rojo y el amarillo (p. 11, 19…). Es su instrumento básico para fracturar el orden lógico de la historia e introducir complejos saltos temporales hacia atrás y hacia delante en un espacio espectral y de marginación dominado por las ciénagas, las pantallas opacas y espesas de la bruma, la animalización o la degradación infinita de los valores que pautan el comportamiento humano o las relaciones en sociedades primarias.
ResponderEliminarY es en este caldo de cultivo donde lo mágico se desarrolla de manera más libre. Su escritura se inscribe así en la tradición aledaña al realismo mágico. La hegemonía de lo sensorial, la inclusión de relatos míticos y legendarios, el dominio sobre el tiempo histórico, el entreverado de fabulosas experiencias sobrenaturales (plagadas de espíritus y/o fantasmas)… condicionan y definen irremediablemente esta extraordinaria novela. Pero un realismo mágico, eso sí, que nada comparte con el realismo socialista del periodo maoísta, aquel que presentaba el campo como un paisaje arcádico por razones absolutamente espurias y nada honestas. El suyo, el de Mo Yan, es un realismo que presenta gentes, figuras posibles, verosímiles “en un ambiente especial, en el que se puede respirar el olor y oír los sonidos de la vida rural”.
La novela de Mo Yan es una de las lecturas que más honda impresión me ha causado en los últimos años. Tuve un primer acercamiento a Sorgo rojo hace ya algún tiempo a través de la película de Zhan Yimou del mismo título. Pero ha sido gracias a la concesión del premio Nobel de literatura a su autor cuando su selección como lectura del mes de enero en el Club de Lectura nos ha dado la oportunidad de acceder plenamente a Sorgo rojo y prestarle la atención que se merecía.
ResponderEliminarDesde las primeras páginas, su lectura se convirtió en un auténtico placer. La sabia mezcla de recursos literarios procedentes de diferentes culturas (se han señalado repetidamente influencias de García Márquez, Faulkner, Kafka … -la obsesión de Mo Yan por mostrar el lado más depravado, macabro y desagradable de las cosas le ha granjeado el apelativo de “Kafka chino”-), da como resultado una técnica extraordinaria perfectamente descrita en la sesión de puesta en común. Así la señalaba nuestro compañero José Manuel: “esbozar apenas un hecho para ir retomándolo y expandiéndolo progresivamente. Así se consigue que un dato o asunto concreto vaya siendo enriquecido y (re)interpretado en la mente del receptor con las aportaciones de diferentes lenguajes, puntos de vistas, ideologías… hasta penetrar en los intersticios mismos de la realidad mostrada. Hasta tal punto es así que el escritor chino se ayuda de una lupa de aumento con la que redefine y deforma lo percibido; es un juego continuo de zoom que le permite hacer puestas en abismo, comparar comportamientos humanos o saltar inopinadamente a otros niveles narrativos.”
De este modo, la narración avanza mostrando un análisis exhaustivo de cada una de las situaciones que se ofrecen en la obra.
Sorgo rojo es una narración extraordinaria que bucea en una etapa fundamental de la historia china y en la que subyace una fuerte crítica a la revolución cultural. No solo en esta novela, sino en toda la obra de Mo Yan existe una reivindicación de determinados aspectos culturales que el actual régimen se empeña en ignorar; por ello no deja de sorprender que el escritor sea un activo miembro del partido comunista de su país, donde actualmente ocupa el cargo de vicepresidente de la Asociación de Escritores del Partido Comunista.