El próximo miércoles comentaremos en el Club
de Lectura la obra de un escritor japonés, Haruki Murakami, fuertemente
influido por la cultura occidental, especialmente por la literatura y la
música. Estudioso de la literatura y el teatro griegos, trabajó en una tienda
de discos antes de abrir en Tokio un bar de jazz junto con su esposa Yoko, a la
que conoció en la universidad de Waseda.
Las
primeras novelas de Murakami no fueron bien recibidas por la crítica japonesa
debido a su falta de interés hacia la
tradición literaria de su país. Su estilo de escritura conversacional y las
constantes referencias a la cultura occidental eran vistas como una afrenta a
las convenciones literarias niponas.
Una
vez obtenido un éxito sin precedentes con su obra Tokio blues (1987), se trasladó a vivir a Europa y Estados Unidos,
pero regresó a Japón en 1995, tras el acaecimiento en el país de dos sucesos
importantes, hechos que le marcaron hasta el punto de escribir sendas obras
sobre ellos: el terremoto de Kobe y el atentado en el metro de Tokio con gas
sarín.
La
obra de Murakami suele inscribirse dentro de la literatura pop, y presenta
huellas de escritores americanos como R. Carver, J. Irving o J. S. Fitzgerald.
Pese a que sus libros tienen como escenario Japón, abordan temas tan universales
como la soledad, el tedio y la pérdida.
Su obra revelación
a nivel internacional fue La caza del carnero salvaje (1982). Otras obras suyas son El fin del mundo y El fin de las maravillas del hampa (1985), Tokio Blues (1987), titulada en su
versión original con la canción de los Beatles Norwegian Wood. Baila, baila, baila (1988), Al sur de la frontera, al oeste del sol (1992), Crónica del pájaro que da cuerda al mundo (1994), Underground (1997), Sputnik, mi amor (1999), Kafka en la orilla
(2002), Sleep (2004), After Dark (2007), IQ84 (2009) o la recentísima Los años de peregrinación del chico sin color (2013).
Si a Murakami le achacan en su país la clara filiación occidentalista de su obra frente a la mayoría de sus colegas, en Europa ha llamado la atención precisamente por crear una literatura que, sin renunciar a sus raíces, sin embargo bebe sin ningún pudor de las fuentes occidentales.
ResponderEliminarAfter dark es una novela que ahonda en el grave problema de la sociedad actual: la incomunicación. Sus personajes están solos entre la multitud, son seres angustiados que viven desubicados, que no encuentran sitio en la sociedad. A pesar de su juventud son individuos derrotados que viven una vida que no les gusta y se aíslan. Todos ellos se sienten rechazados por una sociedad que no les acoge, no ejerce de madre protectora, pero a pesar de ello no se rebelan frente a esta situación, sino que llevan su drama personal hasta la estilización. Para ello se vale el autor de lo onírico creando una atmósfera de irrealidad, constante en su obra. A pesar del final esperanzado, esta obra sigue el esquema de todos sus trabajos.
La novela transcurre en una noche, y como si se tratase de una cámara cinematográfica, asistimos a una serie de escenas en las que participamos de forma aparentemente aséptica, pero no debemos dejarnos engañar. El narrador usa de la primera persona del plural para implicarnos y hacernos cómplices de lo que va sucediendo en los distintos espacios en que se desarrolla la historia. Seres que huyen de la soledad para estar solos entre la multitud, personajes atormentados que ocultan un pasado al que no pueden sustraerse. Vidas que por un momento se entrecruzan, posibilidades que se sugieren y que hemos de ser nosotros los que finalmente compongamos. El autor nos abandona también a nosotros en la reconstrucción de las historias que se esbozan sin permitirnos que el atisbo de esperanza que supone el abrazo con que concluye el relato nos reconforte de aquello que nos ha ido sugiriendo.
La narrativa de Haruki Murakami constituye uno de los fenómenos culturales más significativos en el panorama editorial de los últimos tiempos, ya que sus obras desbordan las expectativas de venta habituales. En este sentido, la crítica periodística pone en alza su capacidad de crear un público amplio y heterogéneo, que oscila entre el mero consumidor de textos publicitados (el ocasional y conformista) y aquel tipo de lector que Cortázar con poco tino (o tacto) llamó “macho”, el que sabe destripar la obra con el utillaje de su dilatada experiencia lectora y remodelarla a su antojo.
ResponderEliminarDesde mi punto de vista, el japonés representa uno de esos raros escritores de masas que ha sabido construir con acierto un universo narrativo bastante personal y aparentemente sólido. Cualquiera que haya seguido su trayectoria literaria se habrá dado cuenta de que es un novelista sumamente consciente de los medios y procedimientos expresivos de la buena literatura. Incluso si se me apura, diré que sus obras son un catálogo fiel de las características que definen el paradigma estético posmoderno. Me centraré solo en una: los personajes de Murakami son esquizofrénicos, en el sentido que teoriza Jameson a partir de las ideas de Lacan; es decir, seres aislados, incomunicados, incapaces de observar su vida como algo coherente, como una biografía con un decurso lineal (pasado-presente-futuro), sino como un conjunto de presentes, todos ellos desconectados, discontinuos o fragmentados. Seres incompletos que no saben ni pueden diferenciar la realidad de la ficción (o de la imagen de la realidad); criaturas infelices que han perdido el sentido de la vida y experimentan con vértigo los brotes paranoicos desde las coordenadas espacio-temporales. Los personajes de Murakami se relacionan únicamente en los no-lugares, en aquellos escenarios de paso (bares, aeropuertos, autopistas, hoteles, burdeles…), informes y absolutamente despersonalizados que invitan a una comunicación artificiosa y frustrante, sin esperanzas.
Entre los pocos aciertos de After dark se encuentra el juego de perspectivas y de pantallas opacas. Percibir la obra únicamente como un relato narrado desde la técnica y el enfoque aséptico de una cámara cinematográfica es permanecer en los umbrales del texto. Murakami consigue mostrar, mediante un juego de simulaciones, que los límites de la realidad y la irrealidad se difuminan, que lo “artificial” se convierte en más real que lo real mismo. El juego de simulaciones no se reduce a los episodios en los que los personajes se introducen en la televisión. Las apelaciones continuas del narrador al lector en los diferentes encuadres no es otra cosa que invitarnos a entrar en ese televisor, a experimentar la hiperrealidad, la realidad de los simulacros. Todo lo que ocurre en el libro está en el otro lado de la pantalla. Incluso nosotros como lectores vivimos allí. Es el espacio plano en que sujeto y objeto se unen. Una pantalla superpuesta en otra pantalla (y así sucesivamente) genera una profundidad de niveles narrativos en el que ninguno es más real o ficticia que los demás. Es una cuestión ontológica: el universo que habitamos ha sido, como diría Baudrillard, reemplazado por un mundo copiado, en el que solo se buscan estímulos no reales, sino simulados.
Sin embargo, lo que ocurre en las obras de Haruki Murakami es que, si rascas un poco en esa estructura teórica tan bien montada, descubres su enorme inconsistencia, la escasa digestión de los principios estéticos, literarios, filosóficos... que sustenta la sociedad del pensamiento débil. Y es que, una vez leídas sus novelas, no te ayuda a descubrir ninguna parte hasta entonces desconocida del ser humano, de sus pulsiones, de todas las contradicciones de su Yo escindido. Se hace evidente, en cambio, la maquinaria de hacer bestsellers. Y, claro, eso, como indica Kundera, es profundamente inmoral y deshonesto.
Esta obra me ha decepcionado un poco, en el sentido de que está por hacer, no porque tenga un final abierto sino porque no hay ningún mensaje. A lo largo de toda la lectura esperaba algo más, tratándose del autor que se trata y al que he leído en otras obras.
ResponderEliminarSu estructura en capítulos cortos que marcan las horas de una noche hasta el amanecer, donde se presentan distintos escenarios con distintas historias y distintos personajes da la impresión de estar leyendo el guión de una película.
Los personajes, curiosos y misteriosos,perdidos en la ciudad tienen en común la soledad, y sus historias, con elementos surrealistas y de intriga,se entremezclan entre sí, pero quedando siempre a medias. En definitiva, una obra menor de este gran escritor.