Vamos
a comentar la penúltima obra de Rafael Chirbes, escritor valenciano
lamentablemente muerto el pasado verano. Hijo de un peón caminero fallecido
cuando el escritor contaba cuatro años, tuvo una infancia propia de un niño
miedoso. A la edad de 8 años lo enviaron a estudiar a un colegio de huérfanos
de ferroviarios, primero en Ávila y luego en León, como el personaje de La larga marcha. Después, estuvo interno
en Salamanca, circunstancia que le supuso un cambio de lengua, pasando a ser el
castellano su vehículo de cultura aunque siguiera practicando la lengua materna
durante toda su vida. Estudió Historia en Madrid, ciudad en la que se instaló y
donde ejerció de periodista, realizando desde reseñas gastronómicas hasta
relatos de viajes. Tras vivir en diversas capitales europeas dejó Madrid para
establecerse en Valverde de Burguillos (Badajoz), un pequeño pueblo de 300
habitantes, donde vivió durante doce años. Posteriormente regresó
definitivamente a Beniarbeig (Alicante), donde falleció en agosto de 2015.
Sus
obras de ficción son: Mimoun (1988), En la lucha final (1991), La buena letra (1992), Los disparos del cazador (1994), La larga marcha (1996), La caída de Madrid (2000), Los viejos amigos (2003), Crematorio (2007), En la orilla (2013) y París-Austerlitz
(2016) (Póstuma).
También
ha escrito varios libros de ensayos: Mediterráneos
(1997), El novelista perplejo (2002),
El viajero sedentario (2004) y Por cuenta propia (2010).
En
la orilla tiene un comienzo que prefigura lo que nos aguarda. Además, nos
remite al cierre de Crematorio, su anterior novela:
"Se
ha detenido otra vez el viento, y a través de esa calma, desde el lugar en el
que escarba el perro, se abre paso un olor dulzón, de vieja carroña, que
impregna el aire".
Comienza
En
la orilla con la aparición de un cadáver en un pantano (Olba) cercano a
Benidorm y unos perros disputándose la carroña. El escenario es Misent (espacio
imaginario como Macondo, Comala...). Aunque en realidad se trata de una obra
coral, el personaje conductor es un ebanista al que la crisis obliga a cerrar su
negocio; la obra enumera todos los niveles del hundimiento: desde el de los
promotores hasta el de los despedidos. Esta realidad se presenta en contrapunto
con las eufóricas celebraciones de los "días de vino y rosas":
comilonas, coches del lujo, drogas, clubes de alterne... Pero En la
orilla no es solo eso, además es la historia de su fracaso individual
como persona, pues cuida de su padre, con quien no tiene relación alguna y guarda la
experiencia de una traición amorosa mientras se conforma con relaciones de
pago. También nos muestra la historia del vacío en que se ha convertido su
vida.
La
degradación aparece simbolizada en el paisaje, las aguas de un pantano
convertido en ciénaga saturada de basuras donde se arroja todo lo que se
pretende ocultar pero acaba emergiendo a la superficie.
Dice
Chirbes que quiso que se desarrollase en la trasera de la modernidad de la
construcción: primera línea de playa. Nada está al margen de la historia, y en
este sentido el pantano se constituye en detector de lo ocurrido en la historia
de este país: vertedero de cadáveres, escondite de maquis, en los 60 telas
asfálticas procedentes de la burbuja inmobiliaria, escombros, también las
mafias se deshacen de elementos allí… Además, En la orilla es una crítica de la clase
política: quienes llegan al poder pierden
la memoria y el alma si la tienen. En otro orden de cosas también es un
libro sobre la perspectiva del mundo que impone el hecho de hacerse viejo.
Pero
sobre todo, la obra de Chirbes se constituye en descarnada crónica del modo en
que se conducen todos los actores de una sociedad corrompida desde los
cimientos, de la actitud del ser humano frente al éxito y al fracaso. Para
Fernando Valls En la orilla es la
mejor forma del entender el siglo XXI, un tiempo sin dioses, lleno de trepas y
seres corruptos en el que el capitalismo financiero, con la connivencia de
gobiernos conservadores y la pasividad de la socialdemocracia ha ido acabando
con el estado del bienestar y nos expulsan de él a patadas...
Los
verdaderos protagonistas no son los personajes, sino el dinero, la corrupción, el
terrorismo, la inmigración, el desarraigo, la prostitución, el fracaso
existencial, la ambición sin límites y un pantano que todo lo preside y es símbolo
de la podredumbre y el fango en el que se encuentra inmerso nuestro país.
Señala
Chirbes que cuando pensó en hacer la obra buscaba algo que nos definiera, que
enseñara la locura que estaba viviendo España. “La culpa no es de los
otros, sino de un país que se había infantilizado".
Goytisolo
la incluye en la línea de las novelas del realismo social de los años 50, aunque señala que es mucho más que eso: un retrato con contenido social y un mensaje
explícito, [...] la mejor novela
sobre uno de los aspectos de la actual crisis: la burbuja inmobiliaria.
En la orilla, de Rafael Chirbes, no le deja buen cuerpo al lector. Ni el autor lo pretende.
ResponderEliminarEl papel simbólico del marjal es cardinal en el relato. Esa poza putrefacta que todo se traga y donde las carroñas flotan, representa, por un lado, la España del pelotazo y el ladrillo fácil; por otro, ni más ni menos que la condición humana.
A algún lector —acaso habituado a temas más clásicos— podría ponerlo en guardia una trama tan rabiosamente actual, unos hechos en los que estamos, aún hoy, hundidos hasta el corvejón: ¿caerá el escritor en la crónica periodística? A otro podría repugnar el naturalismo descarnado de más de un pasaje, la acumulación de miseria, mugres e infortunio: ¿practicará el novelista un sensacionalismo ramplón, destinado a provocar fáciles emociones? ¿O acaso un izquierdismo de salón, predecible y panfletario?
La respuesta a estas preguntas es, en todos los casos, negativa. El escritor conjura esas tentaciones gracias a la elaboración literaria. Es su oficio de escritor, su pericia artística, la que en la coctelera agita acontecimientos, personajes, ideas, y los convierte en Literatura (obsérvese la mayúscula). Personalmente, si fuera de otro modo no me interesaría en exceso un relato de fracasos económicos y naufragios existenciales en un lugar tan prosaico (permítaseme la subjetividad) como la costa valenciana. Chirbes escribe como los clásicos, Chirbes es un clásico.
Nuestro autor practica, pues, una escritura crítica, de denuncia, militante. Ahora bien, la suya es una literatura del desaliento. Un relato en el que toda virtud, toda esperanza acaba engullida en el cieno del marjal. No: los archimandritas del realismo socialista jamás avalarían una novela como En la orilla, al cabo de cuyas páginas no se vislumbran estandartes flameantes ni mañanas sonrientes. Solo el marjal, hondo, pútrido.
Sí, En la orilla me ha dejado mal cuerpo. Como el autor pretendía.