Durante el mes de diciembre hemos
leído la obra, que algunos consideran maestra, de Giorgio Bassani (1916-2000),
escritor judío-italiano originario de la ciudad de Ferrara. Aunque muy interesado
por la música, Bassani finalmente estudió Letras en Bolonia, donde se
licenció no sin dificultades debido a las leyes raciales antijudías que
entonces se establecieron en Italia. En 1943 dejó Ferrara para ir a vivir a
Florencia durante un breve espacio de tiempo y posteriormente a Roma, lugar en
el que se instaló definitivamente. Activista político clandestino, en 1940
publicó su primera obra, Una ciudad en la llanura, con el pseudónimo
de Giacomo Marchi. Una vez finalizada la contienda, colaboró con la editorial Einaudi. En 1954 se
convirtió en redactor de la revista Paragone, fundada en 1950 por Roberto
Longhi. En 1957 pasó a ser Vicepresidente de la RAI (Radiotelevisión Italiana)
y presidente de Italia Nostra a la vez que ejerció de profesor de Historia del
Teatro en la Academia nacional de Arte Dramático de Roma. En estas fechas, siendo asesor y
director editorial de Feltrinelli Editore, Bassani
consiguió que se publicase El gatopardo de Giuseppe Tomasi di
Lampedusa. Colaborador de numerosas
revistas, falleció en Roma en 2000, aunque sus restos reposan en Ferrara, la
ciudad que tanto amó y que convirtió en escenario de la mayor parte de su obra
literaria.
Su obra Cinco historias ferraresas
apareció en 1956 y Las gafas de oro en 1958. La obra que hemos leído, El
jardín de los Finzi-Contini, publicado 1962, es una evocación
de la burguesía rica y judía de Ferrara durante la época más dura del fascismo
a través de los ojos de un adolescente. En 1959 apareció Las historias de Ferrara, obra que recoge lo mejor de su producción narrativa. Otras obras son: Airone
(1968), El olor del heno, 1972 y La Novela de Ferrara (1974, versión
definitiva en 1980). También es autor de poemas recopilados en Con
rima y sin ella (1982), y de la obra ensayística Más allá del corazón (1984).
Este año hemos tenido una buena dosis de literatura italiana del siglo XX. El jardín de los Finizi-Conitini recrea la vivencia de la comunidad hebrea italiana, una realidad frecuente en muchos países de la Europa del pasado siglo hasta el estallido de la Segunda Guerra Mundial (no así en España, cuyos Trastámaras expulsaron, para nuestra desgracia, a los judíos patrios medio milenio atrás). Personalmente, solo había leído a otro autor italojudío, en concreto la trilogía de los campos de concentración de Primo Levi, de modo que me asomé con mucha curiosidad a la novela de Bassani. He de decir que, en principio, me decepcionó el hecho de que el autor no se concentrase más en las condiciones de vida de los judíos bajo las leyes raciales del Fascismo -algo que acaso suceda en las otras obras de la serie-. Es decir, me descolocó que la novela no fuera más realista... cuando no era esa, en absoluto, la intención del autor. De hecho, mediante oraciones largas de subordinación arborescente (de influjo proustiano, como ya han apuntado algunas de mis compañeras), lo que Bassani dibuja es un esquema alegórico en torno a ese jardín en el que languidecen, en estado de decaimiento, los recuerdos de la juventud -personales o, tanto da, colectivos, correspondientes a la edad de oro de la alta burguesía hebrea italiana-. Incluso dentro de ese hortus conclusus, que otrora fuera locus amoenus, hay un núcleo fundamental, central, que es la pista de tenis, quintaesencia metafórica de los mejores años de nuestra vida. Literatura, pues, de la vivencia, en un estilo cuidado y trabajado hasta la obsesión.
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