
Este francés de casi 70 años -nacido en julio de 1945- hace ya muchos años que alcanzó el estatus de gran
escritor, y sus numerosos premios lo atestiguan. Hijo primogénito de una pareja que se ausentaba con
mucha frecuencia de su hogar por motivos profesionales, mantuvo una estrecha
relación con su hermano menor, quien murió a muy temprana edad, hecho que supuso
para el escritor una fuerte pérdida y que marcó definitivamente su personalidad.
Fue alumno del escritor Raymond Queneau, hecho crucial
en su futura carrera literaria. Su primera novela, El lugar de la estrella
(1968), supuso el principio de una trayectoria como escritor que ya nunca abandonaría.
Su obra se caracteriza por estar ambientada casi
exclusivamente durante la segunda guerra mundial, concretamente en la Francia
ocupada por los alemanes. De hecho, sus tres primeras novelas se conocen como la
trilogía de la ocupación (la ya citada El lugar de la estrella, además de La
ronda de la noche (1969) y Los bulevares periféricos (1972). Otras
obras suyas son Villa Triste (1975),
ambientada a comienzos de la década de los 60 y que supone una ruptura con su
anterior línea narrativa; El
libro de familia (1977), colección
de quince breves relatos, con el que comienza Modiano una etapa de fuerte contenido
autobiográfico, que durará hasta 2004; la novela Calle de las
tiendas oscuras (1978), dedicada
a su padre recién fallecido, le valió el Premio Goncourt. Algunas otras obras
suyas son: Domingos de agosto
(1986); El rincón de los niños
(1989); Viaje de novios
(1990); Flores de ruina
(1991); Más allá del olvido
(1996); Dora Bruder (1997); Accidente nocturno (2003); Un pedigrí (2004); En el café de la juventud perdida
(2007); El horizonte (2010); La hierba de las noches (2012), etc. Modiano ha participado
además en la escritura del guion de varias películas, junto a directores de la
talla de Louis Malle o Pascal Aubier.
Casado felizmente desde 1970, vive en un apartamento
con vistas a los Jardines de Luxemburgo, en una permanente reclusión voluntaria
que solo rompe con esporádicos paseos por Saint-Germain.
Considera este novelista -cuyos temas son
fundamentalmente la memoria, el olvido, la identidad y la culpa y la ciudad de
París- que el narrador debe ocupar un discreto segundo plano mientras encuentra
su propia voz. “Prisionero de su tiempo, un narrador está marcado por la
percepción de la época en la que ha nacido y en la que vive", señaló el
autor durante su discurso de entrega del máximo galardón de las letras. "Pero
la vocación del novelista, ante la gran página en blanco del olvido, consiste
en hacer resurgir algunas palabras a mitad borradas, como icebergs perdidos a
la deriva sobre el océano", fueron las bellísimas palabras con las que
cerró su discurso.