miércoles, 24 de mayo de 2017

NOCTURNO HINDÚ. Antonio Tabucchi, 1984

El próximo jueves 25 de mayo leeremos la hermosa obra de Antonio Tabucchi (1943-2012), Nocturno hindú (1984). Tabucchi fue un escritor Pisano que dedicó gran parte de su vida a viajar siguiendo las rutas trazadas por los numerosos libros leídos en la biblioteca de su tío materno. En uno de sus viajes dio por casualidad con un poema del escritor portugués Fernando Pessoa.


Este hallazgo marcó su vida: conoció la obra del escritor portugués en los años sesenta en La Sorbona y se convirtió en el mayor conocedor italiano de la obra del escritor luso. Tras cursar numerosos estudios sobre la lengua portuguesa, fue nombrado director del instituto italiano de Cultura en Lisboa. Esta ciudad se convirtió en su lugar de residencia durante seis meses al año y allí escribió la mayor parte de su producción literaria. En el año 2004 recibió la ciudadanía portuguesa. Numerosas son sus obras, entre las que destacamos: Piazza d'Italia (1975), Dama de Porto Pim y otras historias (1983), la que nos ocupa nuestro próximo encuentro: Nocturno hindú (1984), La línea del horizonte (1986), Sostiene Pereira (1994), El ángel negro (1998), Sueños de sueños. Los tres últimos días de Fernando Pessoa (2000), El tiempo envejece deprisa: nueve historias (2009) y Viajes y otros viajes (2010). Falleció en Lisboa a causa de un cáncer.





1 comentario:

  1. Nocturno hindú es una obra que me ha subyugado. La he leído dos veces (lo bueno, si breve, etc.) y algunos aspectos me han parecido magistrales. Entre estos, si he de escoger alguno, me gustaría destacar el enfoque abierto, humilde, con el que este europeo se asoma a una cultura extraña. Ni busca el exotismo de Bollywood, ni se planta en tierras indias con su máquina occidental llena de remedios-para-todo-lo-que-les-falta-a-estas-gentes-para-ser-civilizados-de-verdad. No pretende, como otros, comprender la totalidad de un país (tanto menos, un subcontinente abigarrado e inabarcable como es la India) en una excursión de quince días. Es decir, me agrada por la razón contraria a la que me disgustó en El cielo protector, de Paul Bowles, relato en el que seguíamos por los desiertos del Magreb a un puñado de señoritos occidentales que filosofan y se quejan por las moscas y porque se les mete la arena en los zapatos de charol.

    La obra de Tabucchi me parece circular, pues la supuesta búsqueda del portugués Xavier acaba convertida en la procura de sí mismo. El relato se convierte en lo que en el cine se denomina película itinerante (road movie), durante el cual el protagonista, personaje redondo o cambiante, se cruza brevemente con paisajes y personas que lo transformarán y harán evolucionar. Además, me parece acertado el ardid narrativo de utilizar la peregrinación por distintos hoteles, de todos los precios y condiciones, para hilvanar el recorrido geográfico y anímico de dicho narrador. Si se me permite el oxímoron, este es un gran opúsculo.

    Quiño

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