jueves, 13 de diciembre de 2012

84 CHARING CROSS ROAD. Helen Hanff, 1970.



En el año 1970 se publicó por primera vez una pequeña obra que contenía la correspondencia mantenida durante veinte años entre Helene Hanff, una escritora americana de segundo orden, y Frank Doel, vendedor en la librería londinense Marks & Co. El vínculo que se establece entre ambos a través de los años irá mucho más allá de la estricta relación entre un librero y una aficionada a la lectura.
Su autora, Helene Hanff, nació en Filadelfia en 1916 y falleció en New York ochenta años después. Llama la atención que fuese precisamente este libro autobiográfico, y no muchas otras obras de su creación, el que la alzase a la fama. Pasados los años, 84 Charing Cross Road ha acabado convirtiéndose en un libro de culto, presencia obligada en las listas de obras recomendadas por todos los libreros del mundo.
Los componentes del club de lectura del IES El Alquián nos hemos reunido hoy, doce de diciembre, para comentar esta pequeña rareza literaria. 


 

3 comentarios:

  1. Entrañable es la palabra que elegiría para esta obra. No es ficción, es un pedazo de la vida de varias personas de carne y hueso. Esto hace que sea una obra diferente de las que hasta ahora hemos leído, pues está más cerca de la biografía que de la novela. Se trata de una recopilación de cartas escritas entre 1949 y 1969. Está claro que no es una obra maestra de la literatura universal, pero pequeñas joyas como estas son necesarias.

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  2. Los protagonistas de "84 Charing Cross Road", personas de carne y hueso que existieron y que mantuvieron una relación epistolar a lo largo de muchos años, constituyen para mí una anticipación de lo que significan actualmente ciertas relaciones virtuales establecidas a través de las redes sociales: se trata de personas poco activas socialmente, que eligen la soledad como forma de vida y que seleccionan las relaciones según sus impulsos vitales, con unos intereses y unas prioridades personales en cuanto a dichas relaciones entre las que no está incluida la convivencia real. En la obra las comunicaciones se hallan moderadas según los intereses librarios de la escritora, que es quien impone el ritmo de la relación. Se trata de una relación eminentemente literaria en la que la escritora protagonista es plenamente consciente de esa literariedad. A lo largo de la historia se va demorando el encuentro entre los protagonistas, simplemente porque no es necesario. No existe la necesidad vital de conocerse de forma real por mucho que algunos hayan querido ver en el relato sentimientos ocultos y todo un mundo de lo “no dicho”. En la relación no hay más que lo que se ve, pero lo que se ve no es poco. Quizás se hayan suprimido cartas menos interesantes desde el punto de vista literario, pues aparecen lagunas bastante incomprensibles (hay etapas de silencio epistolar demasiado largas). Entre lo que se percibe, encontramos una sencilla y precisa muestra de lo que fue la vida de posguerra en ambos países, el contraste entre los apuros económicos de los británicos frente a una economía en plena emergencia de los estadounidenses. Además, podemos considerar la obra un pintoresco documento sobre la diferencia de caracteres de ambos pueblos. Me gustaría mucho que Mayte nos hablase de las diferencias idiomáticas entre ambos países, que como ella misma señaló se encuentran presentes también en la obra. Pero sobre todos estos elementos, del libro me gustaría destacar la reivindicación del placer sensorial de la lectura de un libro, que va más allá de lo que su pura recepción pueda sugerir, pues incluye además el placer de poseer una edición concreta, con la posibilidad de pasar los dedos por las delicadas páginas de cierto ejemplar, admirar sus ilustraciones, aspirar el aroma que se desprende de algunas cubiertas, curiosear exlibris, e incluso entrar en la intimidad de alguien que, más allá del tiempo y el espacio, dejó ciertos párrafos marcados para siempre y poder hallar en ellos atisbos de una personalidad enigmática para nosotros.

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  3. Es un libro de lectura compulsiva, que una vez ha caído en nuestras manos es imposible dejar de leer. La razón de ello puede encontrarse en varios de los elementos que componen la obra: sencillez, sinceridad, fuerza, simpatía...
    Ante nosotros se encuentra el relato de una amistas real y sincera, una amistad que tiene lugar únicamente vía correo postal entre el carácter excéntrico, cínico y alocado de una joven escritora norteamericana obsesionada por los libros antiguos y la personalidad pulcra y elegante de un librero británico. Y es en este choque cultural donde nos podemos encontrar otro de los puntos atractivos de la novela.
    A lo largo de la novela esa amistad se observa en el lenguaje que utilizan ambos. Los calificativos de "estimado señor" o "estimada señora" fueron poco a poco sustituidos por el tuteo familiar.
    El libro se convirtió de forma sorprendente en un éxito de la noche a la mañan. En una conversación, ella se refería como "mi librillo de nada; cuando lo estaba escribiendo pensaba que estaba creando una historia breve para el New Yorker. Todavía creo que se trata de una bonita historia corta".
    Quizás la mayor ironía en la vida de Helen Hanff se que, habiendo soñado desde niñas con ser una escritora de teatro, la única obra suya que viera estrenada sobre un escenario fuera una adaptaciñon realizada por otra persona de su libro de cartas.
    Cuando "84 Charing Cross Road" se estrenó en el West End, el Día de Acción de Gracias, la audiencia se puso en pie ante la aparición de la autora al final de la obra. Al día siguiente, en "The TImes", Irving Wardle escribía: "La visión de Helen Haff sobre el decorado que imitaba la librería que ella hizo famosa, parpadeando bajo el aplauso de la ciudad que nunca pudo permitirse visitar, convirtió el estreno de ayer en el final de un cuento de hadas".
    He disfrutado enormemente con este pequeño libro, tanto en castellano como en su propia lengua.

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