lunes, 20 de mayo de 2013

LA SONATA A KREUTZER. León Tolstói, 1889.

                 
  
                                                                      
Con La Sonata a Kreutzer de León Tolstói, esta grandísima obra a pesar de su brevedad, cerramos el próximo 12 de junio la actividad del Club de Lectura del IES El Alquián por este curso 2012-1013, y volveremos con fuerzas renovadas en el mes de septiembre.

La Sonata a Kreutzer toma su nombre de la composición homónima que creara Beethoven en el año 1808.
                                                         
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Tolstói se inspira en la obra del compositor alemán para titular una obra cuyo tema central son los celos. Con ella realiza un verdadero tratado de las pasiones humanas, una profunda indagación de las razones por las que las personas pueden ser arrastradas por pasiones incontrolables.

La obra, cuyo argumento no dejará indiferente a nadie, fue publicada en el año 1889 y censurada  tanto en Rusia como en EE.UU. El propio presidente Roosevelt tachó a su autor de pervertido sexual y desvirtuador de la moral.

De su autor simplemente recordaremos que está considerado uno de los gigantes de la literatura universal. Son sobradamente conocidas obras como Guerra y paz (1865-1869)Anna Karénina (1875-1877)La Muerte de Iván Ilich (1886), El reino de Dios está con vosotros (1894), Resurrección (1899), o la póstuma Hadji Murat (1912).

                               René François Xavier Prinet, 1901

3 comentarios:

  1. He encontrado un curioso comentario en el que se compara la estructura del relato de Tolstói con la estructura musical de la sonata. La dejo aquí:
    http://rimelporlibro.blogspot.com.es/2012/02/la-sonata-kreutzer.html

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  2. En su línea argumental más superficial, la Sonata de Kreutzer narra la historia de una obsesión introspectiva, marcada por una visión trágica del “amor” (supeditada al sentimiento irracional de los celos). El escenario narrativo es la propia conciencia atormentada de Pozdnyshev, un personaje enajenado por la idea de la infidelidad de su mujer. El supuesto adulterio despierta en él los más bajos instintos. Y así, al estilo del Otelo de Verdi, comienza la terrible crónica de su degradación como ser humano a través de un viaje al lado más oscuro y terrible de la psique. Por lo tanto, el devenir de los hechos, que culminan en el asesinato, está al servicio de una compleja psicología, que da la densidad al relato.
    Pozdnyshev representa la conciencia de una sociedad licenciosa que no busca sus raíces en los principios básicos de la tradición cristiana. Y este es el punto de partida para interpretar el texto.
    Posiblemente la Sonata de Kreutzer se encuentre en las antípodas de lo que un lector actual ansía encontrar en un escritor de la talla de León Tolstói. Desde sus primeras páginas, descubrimos un texto impregnado de una “pesada” propaganda moral de raigambre cristiana. Para algunos incluso se trata de una soflama lanzada contra una sociedad materialista y hedonista habitada por libertinos de costumbres disolutas; un toque de atención en favor de una vuelta a la vida ascética, representada por los principios de la castidad y la continencia.
    No obstante, nuestro acercamiento a la obra debe hacerse desde el distanciamiento crítico, es decir, desde el convencimiento de que los grandes discursos (certezas o metarrelatos), como el cristianismo o el liberalismo, han servido en épocas anteriores para explicar y estructurar la realidad desde una perspectiva única y totalitaria. No puede entenderse en absoluto una narración como esta actualmente (en las sociedad pos-posmoderna) si no la enmarcamos en su contexto histórico.
    Y es que, durante el último tercio del siglo XIX, Europa se ve invadida por un complejo movimiento de pensamiento que impulsa un renacimiento religioso y que busca la regeneración moral del individuo: hablamos del espiritualismo.
    En las décadas previas a su publicación (en 1891) y enmarcado en este ambiente de religiosidad creciente, se ha desarrollado en los países escandinavos un acalorado debate acerca de la moralidad sexual. Bjornson, Strindberg, Ibsen… se enzarzan en apasionadas disputas que giran en torno a la animalidad del Hombre (valores cristianos/principios que se deducen de la teoría de la evolución biológica), a la naturaleza de la relación entre ética y literatura (el deber o no del escritor de exponer los problemas sociales del momento: prostitución, enfermedades venéreas, crímenes sexuales…), a las actitudes socio-políticos sobre la liberación de la mujer, etc.

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  3. Tolstói, tras una larga crisis personal aguda en que salen fortalecidas sus creencias espirituales, traslada el debate a la realidad de la Rusia zarista. La polémica está servida. No solo se manifiesta su impacto en la intelectualidad de la época, sino que incluso gran parte de los jóvenes de la clase media-alta rusa crecen influidos por las ideas de pureza y conducta acendrada que rezuma este cuento. Recordemos simplemente el pasaje del Doctor Zivago en el que Boris Paternak señala que los jóvenes protagonistas Yura, Gordon y Tonia sellan una triple alianza nutrida con la lectura de la Sonata y fundada en la apología de la castidad (p. 73). Pero además, la sombra de Tolstói es demasiado alargada: pensemos en la enorme influencia que ejerció en los cuentos de Chejov de los años 90, en los simbolistas rusos o en el naturalismo espiritual europeo (entre cuyos máximos exponentes tenemos a Clarín).
    Por otra parte, resulta apasionante indagar acerca de su proceso de publicación. Un texto tan controvertido como este, en el que el adulterio, el asesinato por celos y el enérgico rechazo de Tolstói hacia el matrimonio y hacia el amor conyugal no pasan inadvertidos a la censura imperial, se convierte en el primer ejemplo de obra literaria rusa en ser reconocida mundialmente gracias a sus numerosas traducciones antes de que los propios rusos accedieran a ella de manera legal. Luego le seguirían otras tan paradigmáticas (aunque por otros motivos) como el Archipiélago Gulag de Aleksandr Solzhenitsyn.
    Los intentos de publicarla en revistas, en una antología en memoria del editor S. A. Jurev o en el tomo 13 de las obras de Tolstoi al cuidado de su mujer, Sofia Andreevna, son infructuosos. Pese a ello, la censura no puede impedir que La Sonata, desde sus primeras versiones (en 1889), circule libremente por todo el Imperio a través de copias ilegales (“samizdat”) y ediciones litografiadas. Su fama incluso llaga a palacio y se extiende el rumor de que el zar Alejandro III lo ha leído y le ha gustado sobremanera, aunque no se decide a dar el placet. Su obstinada negativa está más que justificada: indudablemente estamos ante un texto transgresor e incómodo para las instituciones públicas por las ideas controvertidas que defiende.
    Tolstói, a la manera de los diálogos socráticos, hace entrar en escena a diversos personajes con diferentes visiones de la realidad. La excusa es un trayecto en tren y los razonamientos que diferentes viajeros realizan acerca de conceptos morales claves, como el amor, el matrimonio… El escritor ruso muestra así una perspectiva caleidoscópica del entramado social con el objetivo de buscar una “verdad”, la verdad que permita salvar y regenerar a una sociedad moderna descarriada y corrompida en todas las órdenes de la vida.
    Otro punto esencial del texto es, como señaló Corina en la última sesión del club de lectura, el paralelismo entre el discurso narrativo y la estructura musical de la obra de Beethoven. Creo que es más interesante que sea ella quien nos ilustre a este respecto.

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